EL ORO DE MOSCÚ

El oro de Moscú fue el mayor robo de la historia. En 1936, el 72% de las reservas de oro del Banco de España (510 toneladas) fueron expoliadas por el gobierno de la II República con destino en su mayoría a la URRS.

«Los españoles no verán su oro nunca más, como tampoco ven sus orejas»

Iósif Stalin

Pese a que la guerra civil esta hoy mas de actualidad que nunca, nadie habla de la 4º reserva de oro del mundo que fue robada a España y sacada del país. Los políticos de izquierdas socialistas y comunistas en el 1º año de guerra, vaciaron los fondos de oro del banco de España conseguido a lo largo de los siglos. Políticos que tras vaciar las arcas acabaron sus días exiliados con cuentas bancarias millonarias en Francia y demás destinos europeos. Una catástrofe económica sin precedentes para el pueblo español.

El término Oro de Moscú, se refiere a la operación de apropiación y traslado de 510 toneladas de oro en monedas, correspondientes al 72,6 % de las reservas de oro del Banco de España, desde su depósito en Madrid hacia la Unión Soviética, a los pocos meses del inicio de la Guerra Civil Española, por parte del gobierno de la II República, presidido por Francisco Largo Caballero, y a iniciativa de su ministro de Hacienda, Juan Negrín,

Pocos meses antes del inicio de la Guerra Civil la reserva española de oro había sido registrada por las estadísticas internacionales en mayo de 1936 como la cuarta más grande del mundo.​ Fue acumulada principalmente durante la Primera Guerra Mundial, en la que España se mantuvo neutral. La fracción de oro antiguo era menor al 0,01% con una pequeña cantidad de 64 lingotes.

En 1936, el Banco de España estaba constituido como sociedad anónima por acciones y no era propiedad del estado pero si que estaba sometida al control tanto del gobierno, quien designaba al gobernador, como del ministerio de Hacienda.

Con el comienzo de la guerra, los sublevados pusieron en marcha su propia maquinaria estatal, considerando ilegítimas e ilegales las instituciones que quedaron bajo el control del gobierno de Madrid. Así, los sublevados constituyeron su Banco de España, con sede en Burgos. En poder del gobierno republicano quedaron la sede central con su reserva de oro y las delegaciones más importantes.
El 27 de julio el Gobierno de José Giral anunció el inicio del envío a Francia de parte del oro. La creación del Comité de No Intervención no paralizó el envío de oro a Francia y el gobierno de Largo Caballero, constituido ya en septiembre de 1936, prosiguió dicha política enviado el oro. Hasta marzo de 1937 se enviaron 174 toneladas de oro fino al Banco de Francia, equivalentes al 27,4% de todas las reservas españolas, para convertirlas en divisas con que pagar las compras de armamento y víveres. Se tiene constancia además de otros muchos envíos de oro, plata y joyas introducidos en el país galo de contrabando.

Largo Caballero, Presidente del consejo de ministros del 4 septiembre 1936 al 17 mayo 1937

Martínez Fresneda expresó su más enérgica protesta alegando que el traslado era ilegal, puesto que el oro era de exclusiva propiedad del Banco de España, y ni el Estado ni el Gobierno podían disponer de él…

Durante el último año de guerra, 40,2 toneladas depositadas en Mont de Marsan fueron retenidas judicialmente, reclamadas por el gobierno franquista al ser reconocido por la República francesa y finalmente recuperadas al término de la guerra, en la que fue la única reclamación exitosa del oro del Banco de España por parte de los sublevados.

El 13 de septiembre se firmó un decreto reservado del Ministerio de Hacienda, emitido a iniciativa del nuevo ministro del PSOE, Juan Negrín, por el cual se autorizaba el traslado de las reservas metálicas del Banco de España. Negrin estaba altamente influenciado por sus consejeros soviéticos en el gobierno. El decreto está firmado por el presidente de la República, Manuel Azaña, el cual afirmaría posteriormente su desconocimiento sobre el destino final de las reservas.

Esta fue la justificación que dio el propio Largo Caballero cobre este hecho:
«¿De esta decisión convenía dar cuenta a muchas personas? No. Una indiscreción sería la piedra de escándalo internacional. Se decidió que no lo supiera ni el Presidente de la República, el cual se hallaba entonces en un estado espiritual verdaderamente lamentable, por consiguiente sólo lo sabía el Presidente del Consejo de Ministros (el propio Largo), el Ministro de Hacienda (Negrín) y el de Marina y Aire (Indalecio Prieto). Pero los dos primeros serían los únicos que se habían de entender con el Gobierno de Rusia»

Juan Negrin (PSOE), ministro de hacienda, máximo responsable del expolio

El lunes 14 de septiembre, el Consejo del Banco de España (muy reducido tras el inicio de la guerra) fue informado de la decisión de incautar el oro y trasladarlo. Los dos únicos consejeros representantes de los accionistas del Banco de España que no se habían pasado a los sublevados (José Álvarez Guerra y Lorenzo Martínez Fresneda), presentaron honradamente su dimisión. Martínez Fresneda expresó su más enérgica protesta alegando que el traslado era ilegal, puesto que el oro era de exclusiva propiedad del Banco de España, y ni el Estado ni el Gobierno podían disponer de él; además señaló que el oro garantizaba por ley la convertibilidad de los billetes del Banco, y, por tanto, debía permanecer en la caja de seguridad del Banco.

Banco de España en 1936

El metal precioso se colocó en cajas de madera usadas para el transporte de municiones, que no estaban numeradas ni acompañadas de facturas que indicasen cantidad, peso o contraste del oro.

Menos de 24 horas después de la firma del decreto, la madrugada del 14 de septiembre de 1936 entraron en el Banco fuerzas de carabineros y milicias, dirigidas por Negrín. Estaba acompañado por el capitán Julio López Masegosa, 50 o 60 metalúrgicos y cerrajeros y un grupo de empleados de banca pertenecientes al Sindicato de Madrid. El cajero principal, al ver que la reserva de oro iba a ser evacuada, se suicidó en su despacho.
Obtenidas las llaves, se abrieron las cajas y cámaras donde se custodiaban las reservas, y durante varios días los agentes del Gobierno estuvieron extrayendo todo el oro allí depositado. El metal precioso se colocó en cajas de madera usadas para el transporte de municiones, que no estaban numeradas ni acompañadas de facturas que indicasen cantidad, peso o contraste del oro. Las cajas fueron transportadas en camiones a la Estación del Mediodía, y desde allí a Cartagena. No saciados con el botín, a los pocos días de la extracción del oro del Banco de España, los mismos funcionarios, utilizando idénticos procedimientos a los empleados con el oro, recogieron la plata, por una cuantía total de 656.708.702,59 pesetas,​ que fue vendida a los EE.UU. y a Francia.

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El 20 de octubre, el director del NKVD en España, Alexander Orlov, recibió un telegrama cifrado de Stalin ordenándole organizar el envío del oro a la URSS y concertar los preparativos con Negrín:
«Junto con el embajador Rosenberg, organice con el jefe del gobierno español, Caballero, el envío de las reservas de oro de España a la Unión Soviética… Esta operación debe llevarse a cabo en el más absoluto secreto. Si los españoles le exigen un recibo por el cargamento, niéguese. Repito, niéguese a firmar nada y diga que el Banco del Estado preparará un recibo formal en Moscú.»

Moneda de oro estadounidense de cinco dólares: Media Águila de 1914. Las reservas de oro del Banco de España se encontraban fundamentalmente en forma de monedas, entre las que las estadounidenses eran muy abundantes

Se considera el valor del oro de Moscú en un mínimo metálico de 12.200 millones de euros (según la cotización del oro en marzo de 2010, 824 euros la onza) y considera posible que su valor numismático excederá de los 20.000 millones.

El bando sublevado, enterados del traslado del oro, calificaron el hecho de «expolio» y protestaron internacionalmente.

El oro tardó tres noches en ser embarcado, y el 25 de octubre los cuatro barcos se hicieron a la mar rumbo a Odesa, puerto soviético del Mar Negro. Acompañaban a esta expedición, como personas de confianza, cuatro claveros del Banco de España. Cabe indicar, asimismo, que Orlov había reseñado 7.900 y el clavero Méndez Aspe 7.800 cajas; el recibo final fue por 7.800 por lo que desaparecieron 10 cajas de oro.
Según Orlov, Stalin celebró la llegada del oro con un banquete al que asistieron miembros de su circulo político en el que habría dicho: «Los españoles no verán su oro nunca más, como tampoco ven sus orejas», expresión que tomó de un proverbio ruso.

Los rusos pusieron extraordinario cuidado en enumerar las monedas que eran falsas, defectuosas o que contenían menos oro del debido. Los soviéticos jamás explicaron qué hicieron con las monedas raras y antiguas, aunque es dudoso que las fundieran.

Carga de las cajas en el puerto de Cartagena
Contabilizando las cajas de oro expoliadas

El depósito completo ascendía a 509,287.183 kilogramos de monedas y 792.346 kilogramos de oro en lingotes y recortes: un total, pues, de exactamente 510’079,529.30 gramos de oro bruto. Se considera el valor del oro de Moscú en un mínimo metálico de 12.200 millones de euros (según la cotización del oro en marzo de 2010, 824 euros la onza) y considera posible que su valor numismático excederá de los 20.000 millones.
Terminada la contabilización, el 5 de febrero de 1937 el embajador español y los responsables soviéticos, firmaron el acta de recepción definitiva del depósito de oro español, un documento en francés y en ruso. Se estipulaba que el Gobierno español quedaba libre de reexportar o disponer del oro, y el último punto incluía una cláusula conforme a la cual los soviéticos se desentendían de cualquier responsabilidad sobre el depósito según lo fuesen empleando las autoridades republicanas. Quedaba claro, pues, que las autoridades soviéticas no asumían ninguna responsabilidad por el destino de este oro. Cabe señalar que la URSS otorgaba la titularidad del depósito al Estado español republicano, y no al Banco de España, su verdadero propietario.

Por si toda esta humillación no fuese suficiente, los soviéticos fundieron las monedas, transformándolas en barras de baja aleación de oro (cobrando un precio exorbitante por hacerlo) que se «cobraron» de su ya flamante nueva reserva de oro.
Con el oro español depositado en Moscú, los soviéticos mudaron el carácter de su «ayuda» y reclamaron inmediatamente al Gobierno republicano el pago de los primeros envíos de armamento, que aparentemente habían llegado como un regalo para combatir al fascismo internacional.​ La URSS reclamó a Negrín 51 millones de dólares de deuda acumulada y los gastos de transporte del oro de Cartagena a Moscú.

El depósito de oro se agotó menos de un año antes del final de la Guerra Civil, gastándose íntegramente en pagos de armamento (según las cuentas de los rusos). Agotado el oro, el escaso crédito de la Hacienda republicana a nivel internacional se esfumó.

La puerta de Alcalá luciendo la pleitesia del gobierno de la república a sus «aliados» soviéticos

El decreto del Ministerio de Hacienda del 3 de octubre de 1936, que exigía a los españoles que entregasen todo el oro amonedado o en pasta que poseyesen, hizo cundir la alarma entre la población que aún conservaba oro e incluso entre quienes temían una veloz depreciación de la moneda. La severa inflación en la zona republicana hizo un acaparamiento de metal precioso (oro y plata) por parte de la población. Lógicamente, al ver amenazados sus intereses y propiedades, el mundo financiero, tanto español como internacional se posicionó de modo inequívoco a favor de los sublevados.
En los últimos meses de la Guerra Civil se produjo en la zona republicana una amarga división entre los partidarios de resistir a ultranza y enlazar la Guerra Civil con la inminente Segunda Guerra Mundial y quienes pretendían poner fin a la guerra mediante un acuerdo con los sublevados que creían evitaría males mayores. Indalecio Prieto había roto públicamente con Negrín en agosto de 1937. El nuevo Consejo Nacional de Defensa expulsó a los comunistas y negrinistas del aparato estatal republicano, provocó la huida de Negrín de España y precipitó el fin de la Guerra Civil tras un último y estéril intento de negociar la paz con Franco, que sólo aceptó la rendición incondicional. Acusado de ser una marioneta de los comunistas y de haber conducido a la República al desastre, el asunto del «Oro de Moscú» fue uno de los muchos argumentos utilizados por los exiliados republicanos contra Negrín en las polémicas que siguieron.

La guerra finaliza.

Último parte de guerra, 1 de Abril de 1939

El gobierno franquista había sido informado ya en 1938 de que la reserva había sido agotada y convertida en divisas,​ pero persistía en reclamar de la URSS el reintegro del depósito de oro:
«Oro español expoliado por los rojos y llevado a Rusia. Con fecha 8 de enero de 1955 se ha dirigido al Señor Ministro de Asuntos Exteriores, por Nota firmada a las Representaciones Diplomáticas en diversos países de Europa y Estados Unidos de América denunciando la expoliación llevada a cabo por los rojos y los pagos que, según informaciones de fuente autorizada, hacen los rusos con las reservas de oro del Banco de España.»

Interpretación oficial del Franquismo sobre el Oro de Moscú:
«Con este oro (…) fue financiada la campaña de inspiración comunista contra España, subvencionando, adquiriendo periódicos y emisoras de radio. La URSS, que no había enviado más que armamento viejo a cambio del oro robado, lo gastó en la segunda fase su intento de apoderarse de España a partir de 1945 (…) Y ahora utiliza otra parte en sus transacciones comerciales (…) Queda un detalle curioso: el trágico destino de los hombres que intervinieron directamente en el saqueo (…) Los caminos de este oro robado han sido siniestros.»

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FRANCISCO HERNÁNDEZ VARGAS

Almeriense de raíces granadinas, soy diplomado en turismo con especialización en equipos de venta y marketing además de un amante de la historia.

Revenue Manager de profesión, soy autor y director de la web batallasdehispania.com. He especializado mi trabajo de divulgación histórica española mediante charlas y a través de diversos medios de comunicación con la intención de darla a conocer de una forma accesible y entretenida.

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