BATALLA DE COVADONGA, 28 de Mayo del 722

Las tropas de don Pelayo, un pequeño grupo de unos 300 guerreros astures, vascos y gallegos, derrotaron a un ejército regular musulmán capitaneado por Alqama.

«Tenemos por abogado cerca del Padre a Nuestro Señor Jesucristo, que puede librarnos de estos paganos…»

Con acero, valor, sangre y muerte. Así vencieron los 300 soldados al mando de Don Pelayo, el primer monarca del reino de Asturias, a los miles de musulmanes que osaron asediar Covadonga, el último enclave cristiano que aún resistía en la Península Ibérica tras la invasión árabe. La batalla de Covadonga tuvo lugar en 722 en Covadonga (España), un paraje próximo a Cangas de Onís (Asturias), entre el ejército astur de Don Pelayo y tropas de al-Ándalus, que resultaron derrotadas. Esta batalla se considera el inicio de la Reconquista.

En aquel tiempo, el control de la Península Ibérica, Hispania, pertenecía a los visigodos, un pueblo cristiano al mando del cual se encontraba el rey Don Rodrigo. Este, se había hecho con el trono después de mantener una fuerte guerra civil con los partidarios del anterior y fallecido líder Witiza, la cual finalmente había vencido.
El año 711 se produce una batalla decisiva contra los musulmanes invasores, la de Guadalete, cuyo resultado provocó que empezara a perderse Hispania. La España cristiana fue derrotada desde dentro y desde fuera, por sus enemigos y por sus naturales en disputa civil para hacerse con el poder regio.

Pese a la ayuda interna por parte de muchos traidores ibéricos que recibieron los musulmanes, previa y posterior a su desembarco en la Península, hubo una gran resistencia antes de llegar a la cornisa cantábrica. Gobernaba el norte peninsular desde Gijón un bereber llamado Munuza, cuya autoridad fue desafiada por los dirigentes astures que, reunidos en Cangas de Onís en 718 encabezados por Pelayo, decidieron rebelarse negándose a pagar impuestos exigidos. Pelayo se había enterado de que hacia Asturias se dirigían tropas musulmanas y era hora de preparar una estrategia. El camino que deberían seguir los musulmanes era a través de los Picos de Europa. La Cova Dominica, ahora Covadonga, era el lugar perfecto para la defensa.

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«Se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas»

En cuanto a las fuerzas de Pelayo, la historiografía reciente las cuantifica en poco más de 300 combatientes. Según los cronistas cristianos, antes de la batalla un antiguo obispo visigodo llamado don Oppas, comprado por los musulmanes, trató de convencer a Don Pelayo de rendirse. Sin embargo, este se mantuvo firme hasta el final.

Covadonga en la actualidad, donde Pelayo se defendió con su ejército

El 28 de Mayo, el ejército musulmán, visualizó a su enemigo y tomo posición de ataque. El oficial musulmán Al Qama al mando de unos 10.000 soldados, ordenó entonces que sus soldados armaran las catapultas y acabaran con la débil defensa cristina. «Se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas«, narran los antiguos textos.
Al Qama y los suyos se vieron obligados a penetrar por un angosto valle para plantar cara a los astures. La estrechez del terreno no les permitía desplegarse. Tenían pues que avanzar en fila. A los seguidores de Pelayo, situados en las laderas, les fue relativamente fácil hacerlos retroceder por un procedimiento tan simple como el de arrancar peñas y lanzarlas ladera abajo.
Mientras el caudillo resistía en la cueva fue cuando, según la leyenda popular cristiana, se obró el milagro. Se abrieron los cielos y se distinguió una figura. Era una cruz la que estaba plasmada. Don Pelayo entonces juntó dos palos de roble en forma de cruz. Los alzó sobre el campo de batalla en el que se situaban los musulmanes y llovieron piedras sobre ellos con tal fuerza que no pudieron hacer defensa alguna ante tal divino acontecimiento.

Lluvia de piedras contra el ejército musulmán

En el momento decisivo Pelayo y los suyos salieron de la cueva. Al Qama, incapaz de salvar el peligro, fue muerto. Falto el ejército musulmán de su jefe, dividida la hueste en dos, atacada con furia de victoria, una sacudida de pánico recorrió sus filas. Nadie acertó a tomar el mando y reorganizar la batida o la retirada, por lo que la tropa se dio a la fuga. Sus fuerzas sufrieron grandes pérdidas en su desordenada huida, al caer sobre ellos una ladera debido a un desprendimiento de tierras, probablemente provocado. El contingente cristiano logro así una victoria decisiva.

Cristianos tras la huida de los musulmanes

Cuando el gobernador Munuza, afincado en Gijón, supo con certeza de la derrota en Covadonga, previendo que la lucha iría a más y contraria a sus armas e intereses, optó por alejarse de aquella tierra áspera e insurgente, activada contra los musulmanes. Pelayo entonces instaló la capital en Cangas de Onís. Esta victoria de dio moral y esperanza a los cristianos, era la primera vez que se vencía a los musulmanes. Empezaba así el periodo conocido como La Reconquista.

Estatua en honor a Don Pelayo

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FRANCISCO HERNÁNDEZ VARGAS

Almeriense de raíces granadinas, soy diplomado en turismo con especialización en equipos de venta y marketing además de un amante de la historia.

Revenue Manager de profesión, soy autor y director de la web batallasdehispania.com. He especializado mi trabajo de divulgación histórica española mediante charlas y a través de diversos medios de comunicación con la intención de darla a conocer de una forma accesible y entretenida.

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